Sus ojos se abrieron de golpe, se incorporó de inmediato, como si hubiese sido impulsado con un gran resorte. Su mirada escrutadora buscaba inquieta en el lúgubre sótano. Adornado por un tétrico ataúd y grandes telas de araña que parecían haberse adueñado del lugar, la luz efímera y apocada de una vela se desvaneció, pero no importaba aun en la plena oscuridad su visión era perfecta. Podía ver nítidamente como huían varias ratas de considerable tamaño.
Sentía sed, una sed que hacia volar su imaginación, podía predecir su truculento ataque... Sí, hoy bebería la dulce y embriagadora esencia de una joven virgen. Se regocijaría, sin perder un solo atisbo, con su expresión excitada y sus ojos invadidos por la locura mientras la joven con la cual soñaba, agonizaba y la luz de sus ojos se apocaba hasta desvanecerse.
Se incorporó lentamente y salió del inhóspito lugar...
Ahora sentía el frío aire en su rostro, el ser de las tinieblas estaba al acecho, sus movimientos se ahogaban en la parsimonia de su cuerpo, no había prisas, en un instante llegaría...
El susurro del viento portaba el sonido de un incesante y rítmico taconeo, su víctima se acercaba. Él, sonreía, ya saboreaba la sangre...
Ella, una joven bella y pura, de piel suave y tersa, aferrada a su bolso y sujetando los miedos que invadían su mente al cruzar la calle que se mantenía en la penumbra de unas distantes farolas...
Ni siquiera se esforzó en atacar, simplemente apareció de su escondrijo, mirándola fijamente. Ella quedó paralizada por el estupor de su presencia. Sabía que no era humano, apoyo su espalda en la pared, era consciente que de nada servía correr, cerró los ojos y giró su cuello.
El señor de las tinieblas, sintió su embriagador perfume, sujeto su delicado rostro con suavidad, susurro algunas palabras tranquilizadoras al oído de su presa y mordió su delicado cuello con sutileza...
Un placentero éxtasis, invadió su cuerpo, un agradable escalofrío al sentir el templado liquido que emanaban los pequeños orificios, era consciente que en unos instantes la luz de ella se apagaría para siempre.
Pero un agudo punzón atravesó el frío corazón del señor de las tinieblas, ahora las tornas habían cambiado, era ella la que disfrutaba mirando con expresión maquiavélica al cazador cazado... se regocijó, disfruto como una niña, observando cómo los ojos siniestros y vidriosos de aquel ser perdían la escasa vida que tenían.
Sentía sed, una sed que hacia volar su imaginación, podía predecir su truculento ataque... Sí, hoy bebería la dulce y embriagadora esencia de una joven virgen. Se regocijaría, sin perder un solo atisbo, con su expresión excitada y sus ojos invadidos por la locura mientras la joven con la cual soñaba, agonizaba y la luz de sus ojos se apocaba hasta desvanecerse.
Se incorporó lentamente y salió del inhóspito lugar...
Ahora sentía el frío aire en su rostro, el ser de las tinieblas estaba al acecho, sus movimientos se ahogaban en la parsimonia de su cuerpo, no había prisas, en un instante llegaría...
El susurro del viento portaba el sonido de un incesante y rítmico taconeo, su víctima se acercaba. Él, sonreía, ya saboreaba la sangre...
Ella, una joven bella y pura, de piel suave y tersa, aferrada a su bolso y sujetando los miedos que invadían su mente al cruzar la calle que se mantenía en la penumbra de unas distantes farolas...
Ni siquiera se esforzó en atacar, simplemente apareció de su escondrijo, mirándola fijamente. Ella quedó paralizada por el estupor de su presencia. Sabía que no era humano, apoyo su espalda en la pared, era consciente que de nada servía correr, cerró los ojos y giró su cuello.
El señor de las tinieblas, sintió su embriagador perfume, sujeto su delicado rostro con suavidad, susurro algunas palabras tranquilizadoras al oído de su presa y mordió su delicado cuello con sutileza...
Un placentero éxtasis, invadió su cuerpo, un agradable escalofrío al sentir el templado liquido que emanaban los pequeños orificios, era consciente que en unos instantes la luz de ella se apagaría para siempre.
Pero un agudo punzón atravesó el frío corazón del señor de las tinieblas, ahora las tornas habían cambiado, era ella la que disfrutaba mirando con expresión maquiavélica al cazador cazado... se regocijó, disfruto como una niña, observando cómo los ojos siniestros y vidriosos de aquel ser perdían la escasa vida que tenían.