lunes, 13 de abril de 2009

LA CAZA DEL LICANTROPO


Cinco fornidos hombres formaban la comitiva, iban armados con sendas espadas, que envainadas, adornaban sus anchos cinturones dividiendo en dos las largas camisolas que todos llevaban, a sus espaldas arcos y aljabas repletas de mortíferas flechas esperaban impasibles su hora. La noche era extremadamente cerrada y sólo se valían de las efímeras luces provenientes de sus cinco antorchas improvisadas...
En silencio, con paso decidido y firme se dirigían a la falda de la gran montaña, tan sólo se escuchaban los crujidos de las ramas al paso de los cinco hombres.
Ya estaban cerca, viajaban con la misión de acabar con la bestia. Durante mucho tiempo un extraño ser había acabado con la vida de cientos de niños, ancianos y mujeres en la pequeña comarca, había sembrado el pánico en la población.
El licántropo se escondía en las grutas naturales de la montaña. Pero ya no era un secreto, las gentes del lugar descubrieron con horror su guarida. El pueblo entero se congregó, de allí nació esta expedición, sólo los hombres más fuertes y valientes fueron los elegidos, para terminar de una vez por todas con semejante ser.
Recibieron las bendiciones del sacerdote y dejaron atrás el pueblo, bajo la mirada de cientos de personas que observaban su marcha con una mezcla de alivio y temor, pues según los viejos del lugar aquella bestia del demonio era inmortal. Esta no era la primera vez que intentaban darle muerte, en otras ocasiones el legado de los héroes se torno en desgracia, ya que aquel animal indómito y terrible acabó con la vida de todos los que se aventuraron en su caza.
El escalofriante sonido de un gran aullido, hizo parar en seco a los hombres, sus músculos se tensaron y un trémulo sentimiento comenzó a invadir sus corazones...
Comenzaron un tortuoso ascenso hacia la gran gruta, pequeños desprendimientos hacían aún más difícil la ardua tarea. Desde arriba, la bestia observaba en la quietud de la oscuridad el lento, pero decidido paso de sus enemigos. Las antorchas formaban una gran línea recta en la angosta oscuridad, el mismo dibujo que se distinguía en los grandes ojos del horrendo ser.
El primer hombre vislumbró la figura del licántropo, lo vio tan solo unos segundos, estaba allí justo en la entrada de la gran gruta, observando y estudiándoles. Se esfumó, la oscuridad de la cueva ocultó el cuerpo del animal.
Con mucho esfuerzo los cinco hombres alcanzaron la pequeña cima que albergaba una gran incisión en la dura roca, el tenue reflejo de las sombras era aterrador. Del interior salía el sonido de la respiración bronca y excitada de la bestia. Los hombres se miraron y en silencio asintieron con sus cabezas, dando por hecho que todo estaba en orden para dar muerte al licántropo, no tenía escapatoria, estaba acorralado en su propia guarida.
Algunos hombres desenvainaron sus afiladas espadas, para asirlas con fuerza y otros cargaron y tensaron las cuerdas de sus arcos exterminadores de vida. Se adentraron lentamente, el primer hombre espada y antorcha en mano iba abriendo camino, en pocos segundos estaban ante la bestia que estaba acurrucada y atemorizada en un pequeño rincón. Aún siendo tan vulnerable ninguno de los hombres tuvo el suficiente valor de clavar su espada en las temblorosas carnes de aquel extraño ser. Fue uno de los arqueros quien más decidido descargó su arma acertando de lleno en la peluda espalda del animal.
Un tremendo alarido mezcla de dolor y rabia salió de entre sus fauces, la bestia se volvió hacia los hombres con gesto amenazador, en ese instante el animal dejó al descubierto una camada de pequeños licántropos... la bestia atacó, dio un gran salto y mordió el cuello del primero de los hombres. Los gritos de pánico mezclados con verdaderos rugidos inundaron toda la cavidad, los hombres se afanaban por defender la vida de su compañero. Varias flechas y cuchilladas atravesaron las carnes del animal, que enloquecido parecía no sentir ningún dolor, pero fueron tantos y tan brutales que la bestia acabó por caer al suelo moribunda, no sin antes acabar con la vida de su amigo y herir mortalmente a otros dos hombres...
De un certero tajo, los dos valerosos guerreros que quedaban decapitaron al animal, luego se dirigieron con parsimonia de hacia la indefensa camada. Los descuartizaron brutalmente sin ningún tipo de remordimiento. Cuando acabaron su sombría matanza, sus rostros enloquecidos y sus ropas estaban manchados de salpicaduras sangre. No pudieron evitar mirarse con complicidad y dibujar en sus rostros una amplia sonrisa fruto de su victoria, todo había acabado, asieron la cabeza decapitada del animal como trofeo y muestra de su inapelable victoria. No se molestaron en recoger a sus compañeros pues su vida había expirado. Apenas restaban unos metros para salir al exterior de la cueva, cuando de la nada emergió una enorme bestia peluda era de un tamaño mucho mayor que a la que habían dado muerte. Los hombres quedaron paralizados por el terror que sintieron. El hombre lobo se abalanzo sobre el primer hombre y de un salvaje zarpazo lo decapitó, ante la mirada atónita de su compañero, éste presa del pánico corrió en busca de armas y refugio en el interior de la cueva, pero fue en vano, no había recorrido apenas cinco metros cuando la bestia arremetió contra él, haciéndole caer al suelo. Ni siquiera se molesto en matarle, comenzó a morder y sacar sus entrañas con furiosas dentadas y zarpazos... Un doloroso y escalofriante aullido se escucho en toda la comarca, era un bramido que clamaba venganza. Los habitantes de la comarca lo sabían.

   "LA LIMITACIÓN MÁS GRANDE DEL SER HUMANO RESIDE EN SU PROPIA MENTE."