La noche prometía... Carlos y Antonio se las habían arreglado para quedar en la vieja casa abandonada con Sandra y Rebeca. Los cuatro chicos estaban acomodados en torno a pequeña mesa, encima de ésta, una vieja tabla Ouija era iluminada de forma tenue por la luz de varias velas de color blanco.
Carlos abrió sesión, “Recordad, mantener silencio y... pase lo que pase, no apartéis las manos de la tabla...”
Se miraban de forma nerviosa mientras mantenían las manos apoyadas sobre aquel trocito de madera.
-¿Hay alguien ahí? –Dijo Carlos.
La tensión y el silencio se incrementaron de tal modo, que se podían escuchar con nitidez las respiraciones del grupo.
De pronto y para sorpresa de los jóvenes la madera movió hacia la palabra “Sí”, sin que ninguno de ellos incidiera fuerza alguna.
¿Quién eres? –volvió a preguntar, Carlos, mientras observaba uno a uno, a sus compañeros...
Nuevamente sus manos comenzaros a moverse, haciendo la primera parada en la letra “S”, después la “A”, le siguió la “T”, Repitió “A” y se detuvo en la letra “N”. Carlos tragó saliva
Las velas se apagaron; las chicas, presas del pánico comenzaron a gritar contagiando a los chicos.
A los pocos segundos, Carlos encendió las velas...
- Os dije que no apartarais las manos, - les reprimió, Carlos – ¡ahora está aquí!
Antonio fue lanzado de forma sobrenatural contra la pared, colisionó con ésta violentamente, y cayó fulminado al suelo, ante la mirada incrédula y perpleja de sus compañeros.
Sandra, echó a correr hacia la puerta, Rebeca la siguió...
Carlos permanecía paralizado...
La puerta se cerró de golpe ante ellas, en ese momento, parte del techo se derrumbó sobre las chicas, dejándolas sepultadas bajo un amasijo de escombros...
Carlos estaba aterrorizado, el miedo tenía paralizados todos sus músculos, todavía mantenía su mano apoyada en el trocito de madera que había sobre la Ouija.
El mismo Satán se materializó ante él. Carlos cerró los ojos y suplicó por su vida... al instante un grito estremecedor cerró la sesión.