miércoles, 4 de marzo de 2009

¿TE ATREVES?

Así comenzó todo, como un simple juego... Carlos, un chaval de diecisiete años, oculto tras un capuchón, con sus brazos llenos de tatuajes, y con aspecto barriobajero, se mostraba muy inquieto. Daba las últimas caladas a un porro mientras maldecía a quién parecía esperar a las puertas de una vieja fábrica abandonada. A lo lejos, comenzó a vislumbrar un ciclomotor, se acercaba a gran velocidad levantando una tremenda polvareda. El inhóspito lugar se encontraba a pocos Kilómetros de la ciudad, era un refugio conocido por los yonquis y gente de mal vivir.
Apenas cinco minutos antes, Carlos llamaba a un chucho callejero que había en el interior... -muk, muk, muk, ven aquí perrito- Repitió, Carlos sin cesar. Hasta que el escuálido animal se quedó agazapado moviendo el rabo de forma nerviosa. Carlos pasó su mano un par de veces de forma ruda por el lomo del animal, para ganarse su confianza, mientras rodeaba su cuello con una fina soga. Después lo condujo a una sala inmunda llena de porquería, cartones y cristales rotos, donde lo dejó amarrado. Salió al exterior y realizó una llamada a su colega diciéndole que todo estaba preparado.
-¡Joder, tronco, casi me quedo de piedra esperándote! – dijo Carlos al recién llegado. Que apenas había parado el ciclomotor. -Venga tío no me taladres- respondió- Oye, vengo dándole vueltas al tema y... no sé, me da mal rollo, no estoy seguro.
- No te atreves, ¿verdad?- dijo, Carlos- bueno no es ninguna novedad toda la peña sabe que eres un rajao...
-Qué yo soy un rajao, venga, vamos, a ver quién es el que se raja después...
Con esta conversación, los dos chavales se dirigieron al interior de la fábrica, se armaron con dos gruesos palos y entraron en la sala donde se encontraba aquel escuálido perro. El animal comenzó a mostrarse inquieto, los chicos se acercaban lentamente. Antes de que el animal diera un solo ladrido, los chicos empezaron a golpear con tanta violencia que la sangre salpicaba sus ropas. Sus rostros parecían excitarse y enloquecer con el espeso líquido rojo que emanaba del cuerpo, cada golpe era más violento. Después de un tremendo esfuerzo y un sinfín de palos, acabaron con su vida... Carlos desató al animal, el perro se acerco apocadamente al cadáver, empezó a olisquear la sangre, luego a lamerla y al instante el hambre le hizo morder de forma tímida el cuerpo inerte de Elías, un viejo vagabundo que se encontraba severamente ebrio dormitando entre los cartones... Ni siquiera tuvo la oportunidad de defenderse de la cruenta agresión de los dos chavales. Días más tarde un yonqui, encontró el cuerpo semidevorado de un hombre. La policía no indagó mucho en el asunto, sólo encontraron dos palos ensangrentados cerca del cadáver. Como medida de seguridad optaron por derruir la vieja fábrica. Pero los asesinos siguen en la calle... quién sabe, quizá te los cruces algún día.

   "LA LIMITACIÓN MÁS GRANDE DEL SER HUMANO RESIDE EN SU PROPIA MENTE."