lunes, 9 de febrero de 2009

EL CEMENTERIO



El sepelio había concluido, nadie quedaba en el antiguo cementerio a excepción de Matías, el sepulturero. Era un hombre de pelo canoso, de semblante triste, y cuerpo robusto, su pálida piel había sido curtida por cincuenta inviernos. El frío calaba sus huesos, el siseo del aire se acrecentaba y la oscuridad se cernía ya sobre los erguidos cipreses del recinto. Con la carencia de luz llegaron los tímidos graznidos de las aves nocturnas. La sensación de estar allí era indescriptible... lo lúgubre del lugar, la soledad y aquellos dichosos sonidos que se metían en la cabeza. Muy pocas personas serían capaces de estar allí, echarían a correr presas del pánico. Pero no Matías, él estaba acostumbrado, tanto que su casa estaba dentro del cementerio. Cada día a la misma hora, Matías tenía la costumbre de ir a un bar cercano y allí se tomaba varios vinos antes de volver al cementerio, para dar la última ronda a todo el recinto y comprobar que todo estuviese en orden. Estaba en ello cuando algo le sorprendió, dio un respingo, a lo lejos comenzó a discernir lo que parecía una mujer, después del sobresalto por la inesperada presencia, se aproximó decidido a echarla del cementerio. Cuando estuvo cerca se quedó paralizado, no daba crédito a lo que sus ojos veían: Era una bellísima mujer que vestía un vestido blanco, roído y viejo, sus cabellos largos y sedosos se confundían con el oro. La mujer estaba de espaldas a él, tocando una triste melodía con un arpa. Antes de que Matías pudiese decir nada la extraña mujer se giró y le habló, dejando de tocar el instrumento...
-Hola, Matías- Dijo la mujer. Escucha con atención y medita bien la respuesta a la pregunta que te voy a realizar... ¿Con qué prefieres quedarte, con el Arpa o conmigo?
Matías, estaba impresionado, pero no pudo evitar sonreír pensando que le estaban gastando una broma. -Contigo... –Respondió sin pensar- pero antes me gustaría saber ¿cómo te llamas?
A lo que la mujer respondió entre risas tenebrosas – Muerte, es mi nombre...
El cuerpo de la mujer se desvaneció, lo que antes era una bonita figura, se convirtió en huesos llenos de insectos y gusanos que salían por los orificios de la calavera. Los gritos de Matías se escucharon en todo el pueblo, nunca más se supo de él. Pero todas las noches a la misma hora se suceden los mismos gritos de pánico... se dice que si alguna vez los escuchas tú serás el siguiente.
   "LA LIMITACIÓN MÁS GRANDE DEL SER HUMANO RESIDE EN SU PROPIA MENTE."