jueves, 4 de febrero de 2010

El Despertar


Sinceramente, son dos los pilares que me unen a Él, respeto y admiración...
Para mí, es un ejemplo a seguir, en todos los sentidos...
Me refiero a nuestro excelente escritor y amigo: Rudy Spillman
No sé si soy digno, pero quiero dedicarle esta historia de suspense, a sabiendas de que quizá le pueda gustar leerla.




EL DESPERTAR
1

03:45 AM, Una llamada interrumpe mi sueño...
-Sí... ¿quién es? –dije, con desgana y los ojos aún cerrados.
-¿Alexander  Johnson? -Contestó una voz rígida y masculina
- ¿Quién es? Por Dios, ¡Son las cuatro de la mañana! – repuse, sin terminar de perder los nervios.
-¿Es usted familiar de Eva Johnson? -Me interrumpió, tajantemente.
Encendí la luz, presa de mis  peores temores y espabilé de golpe.
-Sí, soy su padre... ¿quién es usted? ¿Qué sucede?
-Será mejor que se asee un poco... –dijo aquel hombre antes de colgar el teléfono.
En ese momento el timbre de la puerta hizo gala de toda su potencia, emitiendo un sonido estridente y excesivamente largo, al que le siguieron tres algo más cortos. Esa forma de llamar me  provocó un estado de nerviosismo difícil de explicar, sin lugar a dudas algo muy malo había sucedido.
De un salto, salí de la cama, y me dirigí hacia la puerta de forma apresurada, ni siquiera caí en la cuenta... me encontraba como mi madre me trajo al mundo. Mi mente era un hervidero de malos augurios y preocupaciones.
Al abrir la puerta me encontré con cuatro agentes uniformados de la policía. Al parecer no les impresionó lo más mínimo que les recibiera completamente desnudo.
El más próximo habló: “Alexander Johnson, tiene que acompañarnos, -reconocí la voz de inmediato, era el tipo que me había despertado- está usted detenido...-Prosiguió- Tiene derecho a guardar silencio, cualquier cosa que diga o haga puede ser utilizada en su contra. Tiene derecho a que le asista un abogado, si no puede costeárselo, se le asignará uno de oficio...”
- Un momento... -Le interrumpí- ¿pero qué dice? ¿De qué se me acusa?
- Del asesinato de su hija...
Esas palabras me impactaron de lleno, fue como recibir una tremenda bofetada... un escalofrío recorrió todo mi cuerpo.
- ¿De qué habla? Mi hija... ¿mi hija está muerta?
El agente no respondió se limitó a mirarme de forma fría, como estudiando cada uno de mis movimientos y palabras.
Supe que tenía graves problemas...
-oh, mi hija, mi princesa, está muerta. –escupí, embargado por una ola consternación, rabia, impotencia e incredulidad, que crecían desmesuradamente retroalimentándose de mi amargura. Se formó un enorme nudo en mi estomago, tan grotesco que apenas me dejaba respirar. Mi cuerpo entró en una especie de parálisis involuntaria.
Tarde unos instantes en reaccionar... 
Después de leerme mis derechos, me acompañaron de vuelta a mi habitación y me invitaron a vestirme rápidamente.
Desistí de hablar más, cuándo mi quinta pregunta fue ignorada por completo, como las que realicé con anterioridad. Supuse que lo mejor sería permanecer con la boca cerrada y la mente fría.
Unos minutos más tarde, me encontraba esposado en la parte posterior de un vehículo oficial, camino a no sé dónde...
En aquellas horas intempestivas, el estruendo de la sirena parecía sonar el doble de lo habitual. Atravesamos la ciudad en sólo unos instantes y continuamos nuestro recorrido algunos kilómetros más. Hasta que el coche se desvió por una vieja carretera que atravesaba un pequeño paraje. Durante todo el trayecto, en el interior del vehículo reinó un inquietante silencio.
El conductor avisó por radio de nuestra inminente llegada.  De pronto se hizo visible un resplandor en mitad de una arbolada bastante desgarbada,  las luces provenían de una porción de terreno acotada por tres grades focos, que iluminaban el terreno intensamente. Una docena de vehículos oficiales rodeaban todo el perímetro, sus rotativos estaban conectados y los rítmicos destellos azules, sumado al ajetreo de todas aquellas personas me hicieron presumir que me encontraba en el lugar donde habían asesinado a mi hija.
El coche se detuvo.
Los policías descendieron y me escoltaron hasta un bulto que yacía inmóvil. Estaba arropado con una manta térmica de color plateado.
El corazón se salía de mi pecho... “no puede ser” me repetía una y otra vez, tiene que ser un error...        
Un gesto enérgico por parte de un policía, descubrió el rostro sin vida de Eva.
Mi mundo se desmoronó...
Me hinqué de rodillas en el suelo y vomité un tremendo alarido tan doloroso y amargo que su sabor rezumará en mi boca durante el resto de mi vida.


CONTINUARÁ...
   "LA LIMITACIÓN MÁS GRANDE DEL SER HUMANO RESIDE EN SU PROPIA MENTE."