miércoles, 17 de junio de 2009

Reencuentros... Relato erótico +18


Reencuentros...

Deambulaba de un lado para otro dentro de su habitación a horas intempestivas de la noche, iba ataviada con un bello camisón de raso blanco que cubría todo su cuerpo; la intensa luna llena iluminaba su perfecta figura, dejando entrever las transparencias de una sugerente ropa interior...
Se asomó al balcón guiada de su instinto y miró hacia el suelo; sus largos cabellos se sentían atraídos por la gravedad, daban la apariencia de querer bajar hasta él. Sus rostros quedaron iluminados por amplias sonrisas de enamorados.
Él, arrodillado en el suelo de la fría calle sostenía un gran ramo de rosas frescas apuntando hacia ella. Le lanzo un beso que ella atrapó al vuelo y le gritó: “Te Quiero”
Ella no respondió, simplemente la luna se ocultó, pues el brillo de sus ojos fue lo que la tapó... corrió a abrir la puerta y allí lo encontró. Se recibieron con un intenso abrazo y se impregnaron de sus respectivos olores.
-Te amo, -dijo ella, mientras se apartaba para verle mejor.
Se besaron, se dieron todo su amor... entraron a casa, la puerta se cerró. Ella inspiro la intensa fragancia de las rosas y luego las dejo en un pequeño recibidor.
Él, escurría sus manos por la cintura de ella para después recorrer cada centímetro de su espalda, el camisón comenzó a levantarse tímidamente dejando al descubierto unas piernas tersas y bien torneadas donde él deleitaba sus manos. Se besaban con intensidad... El amor dejó paso a la pasión y la excitación. Con cada beso, con cada roce de sus cuerpos, su deseo aumentaba de forma imposible.
Ella comenzó a quitarle la ropa, parecía estar poseída por una indescriptible fuerza que la atraía hacia él. Arrancó los últimos botones de su camisa y lazó sus labios hacia el pecho descubierto del hombre, mordiéndole y arañando su espalda, bajó por debajo de su ombligo mientras él, aferraba sus cabellos con fuerza, pero sin inflingir ningún daño. La pasión, la atracción y el deseo cargaban el aire...
Un leve gemido emanó de su boca mientras se retorcía de placer al sentir el dulce tacto y el calor de la boca de la mujer en su sexo. Movimientos rítmicos que casi le hacían perder el conocimiento e intensos escalofríos de placer, sumían los inaudibles sonidos del estremecimiento en el cuerpo tembloroso del hombre...
No aguantó más... como una fiera salvaje la levantó del suelo, mientras le quitaba por completo el camisón apartando con ansiedad la ropa interior que le estorbaba para penetrar el más que deseado cuerpo de ella.
La penetró... ambos gemían ahora, estaban de pie... él la levanto sin salir de su cuerpo. La apoyó entre besos en el pequeño recibidor, mientras se fundían en un solo cuerpo. Un pequeño terremoto sacudió el recibidor durante unos minutos.
De forma inesperada ella apartó al hombre, sin hablar le indicó con sus manos y su mirada que se tumbase en el suelo... Sé sentó sobre él entre alaridos de puro placer, mientras alzaba su mirada al cielo y sus largos cabellos caían sobre las piernas del hombre...
Él, deslizaba sus manos y acariciaba con deseos los firmes senos de la mujer, se incorporaba de vez en cuando para rozar con sus labios y morder suavemente los pezones y la areola... haciéndola estremecer entre intensos quejidos.
Movimientos lentos e intensos, eléctricos...
Dieron paso a un tremendo orgasmo entre llamadas al nombre divino.
El sumo placer les dejó paralizados, agotados, fundieron sus cuerpos en un abrazo, y se susurraron al oído cuánto se amaban. Cuando ella pensó que todo había acabado, él, resurgió obligándola a levantarse.
Como un lobo sobre su presa la arrinconó contra la pared, y la besó, acariciando con su lengua sus labios, mordiéndolos... la giró de forma inesperada...
De espaldas a él, ella giró su cabeza para mirar los ojos del hombre con deseo, su rostro y su expresión, mientras sentía como él irrumpía en su cuerpo con una nueva penetración.
Ella apoyo sus manos contra la pared y él sujeto sus caderas para conducirla entre vigorosos empujones a un nuevo y fascinante orgasmo... que fue anunciado por los mutuos gemidos y respiraciones entrecortadas.
Él, aún abandonado al éxtasis creyó seguir oyendo los gemidos de ella, pero quedó inmerso en una paz inenarrable al comprender que lo que escuchaban sus oídos no era más que el llanto contenido por la plena felicidad que sentía.
   "LA LIMITACIÓN MÁS GRANDE DEL SER HUMANO RESIDE EN SU PROPIA MENTE."