miércoles, 3 de diciembre de 2008

ATERRADOR

Aquella noche era fría y cerrada; los animales de la granja se mostraban muy nerviosos: los perros aullaban, los caballos relinchaban y coceaban, los gatos estaban encrestados y agresivos, las gallinas cacareaban incesantemente y de una forma muy extraña, jamás en toda mi vida había visto a los animales tan nerviosos.
El viento arremetía con fuerza y hacía crujir las viejas maderas con las que estaba fabricado el antiguo caserío.
Como era costumbre, nuestro bebe estaba dormido en nuestro cuarto; mi mujer y yo estábamos viendo el televisor en el salón; como nuestro cuarto estaba retirado nos valíamos de unos transmisores para escuchar al bebe, por si lloraba, acudir rápidamente a la habitación.
De pronto en el receptor que teníamos en la mesa del salón, se escuchó el llanto despavorido de nuestro bebé, apenas nos habíamos levantado, cuando el bebé dejo de llorar y comenzamos a oír a través del receptor una dulce voz femenina que cantaba una nana.
Nos miramos paralizados, pude sentir como un escalofrió recorrió todo mi cuerpo, los bellos de mis brazos se erizaron… En la casa solo estábamos mi mujer, el bebé y yo. Un miedo atroz comenzó apoderase de mi alma, mi mujer estaba aterrada; comenzó a gritar y a suplicar por el bebé. Armados de valor y cogidos de la mano fuimos lentamente hacia la habitación, encendíamos de camino todas las luces que estaban a nuestra mano, pero según se encendían, se volvían a apagar. Así que tuvimos que ir prácticamente a tientas. La nana cada vez se escuchaba en un tono más alto. “DUERMETE NIÑOOO DURMETE YAAA…”
Al fin llegamos a la habitación, jamás en mi vida había pasado tanto miedo. Encendí la luz rápidamente, la habitación estaba vacía, el niño dormía. ¿Quién anda ahí? Grité... Nada se escuchaba, mire bajo la cama, pero no había nada. Entonces me dirigí al armario lo abrí con decisión y no estaba vacio… había un radio casette reproduciendo la nana. Mi mujer y yo nos miramos sonriendo. Entonces como salida de la nada, una sombra oscura se abalanzó sobre mi mujer, mientras mi esposa luchaba con aquel ser fantasmagórico, mi instinto fue proteger al bebé, lo saqué de la cuna y él me miro… su rostro había palidecido, sus ojos estaban blancos… la luz se apagó. Los gritos de terror se escucharon a kilómetros...
   "LA LIMITACIÓN MÁS GRANDE DEL SER HUMANO RESIDE EN SU PROPIA MENTE."