lunes, 23 de marzo de 2009

PSICOSIS

MINIRELATO


Los truenos retumbaban en el viejo hospital siquiátrico, la fachada tétrica era iluminada por los fogonazos de los incesantes rayos. Había comenzado a lloviznar, el olor a tierra mojada se acrecentaba. De pronto unos gritos espeluznantes comenzaron a oírse en una de tantas habitaciones, donde habitaban los muertos en vida... pacientes que antaño fueron cuerdos y pertenecieron a nuestra sociedad. Ahora, no eran más que carne drogada, sin deseos, sin iniciativa... sólo dóciles zombis, babeantes.
Mirar sus ojos, era caer al vacío de la locura, su inquietante inactividad y sus movimientos repetidos y paranoicos, irradiaban escalofríos a todo aquel que fijase su vista en ellos.
Los enfermeros lo sabían, así que jamás les miraban a los ojos, ya que en alguna ocasión, ese simple hecho había desatado un ataque espontaneo de algún enfermo.
Los alaridos de aquella sucia habitación estremecían al propio demonio. Cuatro fornidos enfermeros se dirigían con presteza hacia la celda 131. Iban armados con sus porras y una jeringuilla repleta al 50% Thorazina y Prolixin las drogas conocidas vulgarmente como antipsicópatas... La cantidad era suficiente para dormir a un caballo.
Iván, se había excedido, el joven había logrado zafarse de sus correas y el medicamento parecía no haber hecho ningún efecto... La habitación estaba patas arriba, había destrozado el colchón y golpeaba las paredes fuera de sí, lo que estaba provocando la excitación de otros enfermos que ya se comenzaban a unir sus griteríos a ese pequeño motín.
Los enfermeros, se asomaron al ínfimo ventanuco. Iván, se abalanzó y comenzó a golpear con una fuerza descomunal y gruesa puerta. Los enfermeros, estaban acostumbrados a ver a los pacientes fuera de sí, pero aún así retrocedieron visiblemente atemorizados. Ninguno de ellos se decidía a abrir la puerta que les separaba de, Iván. Tenía los ojos inyectados en sangre, allí dentro de esas cuatro paredes, parecía un animal rabioso, una bestia, que no dudaría ni un segundo en acabar con ellos. El temor aumento, tanto que sus rostros comenzaron a palidecer.
Los porrazos que, Iván, daba en la puerta cada vez cobraban más intensidad, tanta que el marco de la puerta comenzaba a separarse...
De nada servían las palabras de los enfermeros, no había forma de controlarle.
Uno de ellos se armó de valor y abrió la puerta...
Iván, no dio tiempo de reacción, se arrojo sobre él y ambos cayeron al suelo. Los demás enfermeros se lanzaron sobre Iván, para intentar reducirlo. Se formo una pequeña y enrevesada montaña humana. Por un instante pareció que los enfermeros habían tenido éxito, incluso lograron inyectarle el sedante...
Un rugido, precedió al violento vuelo de los enfermeros, que chocaron contra las paredes. Iván resurgía más fuerte que nunca, su boca estaba llena de sangre y el primer enfermero agonizaba con parte de su cuello arrancado de cuajo.
El hospital se sumió en un fragor de gritos, sollozos y suplicas...
Esa noche...
¡Iván, acabó con todos!
¡Ahora anda suelto!

   "LA LIMITACIÓN MÁS GRANDE DEL SER HUMANO RESIDE EN SU PROPIA MENTE."